viernes, 20 de marzo de 2015

EL HOMBRE ES CIEN POR CIEN RESPONSABLE DE SU CONDENACIÓN

El Señor mandó predicar el Evangelio a toda criatura, lo que denominamos en teología el “llamamiento general” (Mr.16:15). Esto tiene su concreción en el hecho de que el Señor Jesús es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo (1 Juan 2:2)
No obstante, y sabiendo que sólo los elegidos del Padre llegan al conocimiento del Hijo, a justificación, salvación y glorificación (Juan 6:65; Ro.8:29,30), la pregunta que nos podemos hacer es la siguiente:
“¿Tiene todo ser humano al que se le ha predicado el Evangelio la posibilidad de creer en dicho Evangelio, y ser salvo?”
En Juan 1:9 vemos que “Aquella luz verdadera, QUE ALUMBRA A TODO HOMBRE, venía a este mundo”. En este versículo vemos que Cristo es la luz de los hombres, y en concreto, de cada uno de los hombres. Ciertamente, en cuanto a lo que el hombre concierne, Dios le ha dado la suficiente luz como para creer en Él (Ro. 1: 19, 20), y por tanto, el hombre es responsable de esa luz. No tiene excusa.
Dios ha dado suficiente entendimiento de Sí mismo al hombre por medio de las cosas creadas, como para que el hombre sea consecuente con ese conocimiento de la divinidad, ¡y qué decir de la predicación del Evangelio!
No obstante, el hombre siempre ha rechazado la verdad de Dios: “habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido” (Ro.1:21)
“En el mundo estaba (Cristo), y el mundo por Él fue hecho; PERO EL MUNDO NO LE CONOCIÓ” (Juan 1:10)
Vemos que los hombres han rechazado la verdad revelada de Dios, y al mismo que es la Verdad, Cristo.
Tal realidad la vemos por boca del mismo Señor Jesús:
“Y ESTA ES LA CONDENACIÓN: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas” (Juan 3:19,20)
Por tanto, y volviendo a aquella pregunta, la cual recordamos: “¿Tiene todo ser humano al que se le ha predicado el Evangelio la posibilidad de creer en dicho Evangelio, y ser salvo?”
La respuesta es no, no la tiene, no porque Dios se la niegue (1 Ti. 2:4), sino porque el hombre la rechaza.
El hombre es cien por cien responsable de su condenación.
SOLI DEO GLORIA

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