Un Estudio Bíblico por Jack Kelley
He recibido muchas preguntas sobre una serie de artículos publicados
en línea poniendo en duda la idea de que Jesús murió por nuestros
pecados, pasados, presentes, y futuros en la cruz. Los artículos afirman
que la Biblia no enseña tal cosa. Entonces, averiguémoslo. ¿Enseña la
Biblia que todos los pecados de nuestra vida fueron perdonados en la
cruz, o no?
En Colosenses 2:13-14 leemos: “Y a ustedes,
estando muertos en pecados y en la incircuncisión de su carne, les dio
vida juntamente con él, perdonándoles todos los pecados, anulando el
acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria,
quitándola de en medio y clavándola en la cruz”.
La palabra griega traducida “todos” en este pasaje es pas.
Esta palabra significa cada uno, todos, cualquiera, totalmente, el todo,
todas las cosas, todo sin excepción. Esto parece apoyar la declaración
de que todos los pecados pasados, presentes y futuros fueron perdonados
en la cruz. También apoya la afirmación de Pablo de que en el momento
que creímos el Espíritu Santo fue sellado en nosotros como un depósito
garantizando nuestra herencia.
“En él también ustedes, habiendo oído la palabra de verdad, el
evangelio de su salvación, y habiendo creído en él, fueron sellados con
el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia
hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (Efesios 1:13-14).
Tomado literalmente, esto quiere decir que el Espíritu Santo es la
prima que se paga para garantizar la redención de la posesión adquirida
(nosotros). Esta garantía se hizo efectiva cuando creímos la primera
vez. (A propósito, para aquellos de ustedes que solamente hablan en
Reina-Valeriol, todas las interpretaciones traducidas en este sitio son
del texto griego del que se origina la Versión Reina Valera, 1960)
“Y el que nos confirma con ustedes en Cristo, y el que nos ungió,
es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras (el depósito—la prima) del Espíritu en nuestros corazones” (2 Corintios 1:21-22).
Esto nos dice que Dios nos ha establecido como Suyos y ha puesto Su
sello en nosotros también. Un sello tiene el propósito de autenticar la
propiedad, la cual se demuestra sin ninguna duda. Es similar a la marca
que un finquero le pone a su ganado. 1 Corintios 6:19
dice que ya nos pertenecemos a nosotros mismos porque fuimos comprados a
un precio. El precio fue la vida de Su Hijo Jesús. El Espíritu Santo es
nuestra garantía de que Dios, quien nos compró, también nos redimió.
Hebreos 10:12-14 afirma que Jesús se ofreció a Sí
mismo como sacrificio por el pecado una sola vez para siempre para
perfeccionarnos eternamente.
“Pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo
sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí
en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de
sus pies; porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los
santificados.”
Una vez para siempre significa que eso se aplica desde el comienzo de
la Era del Hombre hasta el fin, y de manera continua todo el tiempo.
Esto incluye la vida entera de cada creyente. Al ofrecerse a Sí mismo
como nuestro sacrificio por el pecado Él ha hecho perfectos para siempre
a quienes estamos siendo santificados. Esta es una expansión de la
afirmación del escritor en Hebreos 7:25 al efecto de
que debido a que Jesús vive para siempre Él nos puede salvar para
siempre. (Estos versículos prueban de que todas las interpretaciones de Hebreos 6:4-6 y Hebreos 10:26-27
que se usan para negar la seguridad eterna son incorrectas de primera
entrada. El mismo autor, escribiendo bajo la inspiración del Espíritu
Santo, no podría contradecirse tan radicalmente a sí mismo.)
Observen que el sacrificio nos hizo perfectos para siempre, a pesar
de que aún estamos en el proceso de ser santificados. Esta es una obra
que no estará completa sino hasta el rapto/resurrección.
Ser hechos perfectos para siempre es lo que Pablo quiso decir cuando dijo, “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
Los verbos usados aquí están en el tiempo pasado perfecto. Esto quiere
decir que desde la perspectiva de Dios ya todo esto está terminado y
hecho. Pablo dijo que al aceptar la muerte del Señor como pago por todos
nuestros pecados nos hemos vueltos tan justos como Dios es (2 Corintios 5:21).
Todas estas afirmaciones son consistentes. De manera individual y
colectiva, claramente muestran que todos los pecados de nuestra vida son
perdonados desde el momento en que creímos la primera vez. Y no existe
ni un solo versículo en el Nuevo Testamento que contradiga, modifique, o
se retracte de estas promesas. Después de todo, ¿cómo podría nuestro
Dios garantizar nuestra salvación desde el momento en que creímos a
menos de que todos los pecados de nuestra vida fueran pagados y
perdonados en la cruz?
¡Pero todavía pecamos!
¿Cómo podemos reconciliar todo esto con el hecho innegable de que
todavía pecamos? Recuerden, en Su Sermón del Monte Jesús explicó que el
pecado comienza con un pensamiento, ya sea que a este le siga la acción o
no. La ira es tan pecado como el asesinato, la lujuria es tan pecado
como el adulterio. Él también pudo haber dicho que la codicia es tan
pecado como el robo, etc. El escritor de Hebreos nos dijo que si
trabajamos continuamente para ganar o para mantener nuestra salvación
eso equivale a romper el mandamiento de mantener el Sabbat (Hebreos 4). Y Santiago dijo que quienquiera que guarda toda la Ley pero ofende en un solo punto se hace culpable de todos (Santiago 2:10).
Solamente es con la sangre de Jesús que podemos limpiar todos los
pecados de nuestra vida para que Dios pueda cumplir Su promesa de
garantizar nuestra herencia. De la siguiente forma es como Él lo hace.
Debido a que hemos nacido de nuevo, Dios escoge vernos como el ser
perfecto que vamos a ser después del rapto/resurrección. Él puede hacer
esto porque Él está fuera del tiempo. Recuerden, la eternidad no es
solamente un montón de tiempo. La eternidad es la ausencia total del
tiempo y Dios habita la eternidad (Isaías 57:15).
¿Recuerdan a Dios diciéndole a Adán que en el día que él comiera del
fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal, moriría? (Génesis 2:17).
Cuando Adán y Eva desobedecieron, no murieron en ese mismo instante.
Pero a pesar de que vivieron por varios cientos de años más, fueron
cambiados de inmortales a mortales en ese momento. Su eventual muerte se
volvió una realidad y Dios, quien está fuera del tiempo, lo vio en el
momento en que pecaron.
El nacer de nuevo es el opuesto exacto. No es que nos volvimos
tácitamente inmortales en ese día, pero nuestra inmortalidad se hizo
cierta, y desde ese instante en adelante Dios nos ve como seres
inmortales. Él inspiró a Pablo a escribir, “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; ciertamente todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
A pesar de que para nosotros aun somos mucho de lo mismo, para Dios nos
volvimos una nueva creación en el día en que aceptamos la muerte del
Señor como el pago completo por nuestros pecados. Él nos ve ahora tan
justos como Él es (2 Corintios 5:21). Esa justicia les viene por la fe en Jesucristo a todas las personas que creen (Romanos 3:22).
Pablo explicó cómo es que Dios puede hacer eso en Romanos 7:18-20: “Y
yo sé que en mí, esto es, en mi naturaleza pecaminosa, no mora el bien;
porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago
el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Y si hago lo
que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que habita en mí.”
Para una persona creyente nacida de nuevo, Dios ha separado el pecado
del pecador. Dios mira nuestros pecados como que han sido aplazados de
nuestro viejo yo y no considerados como parte de nuestro nuevo yo.
¿Cuál debe de ser nuestra respuesta a esto?
¿Quiere decir esto que somos libres para pecar todo lo que queremos?
¿Están en lo correcto los legalistas al decir que si Dios no nos hubiera
amenazado con la pérdida de nuestra salvación seríamos la peor clase de
pecadores depravados? Millones de personas cristianas nacidas de nuevo
cuyas vidas son radicalmente diferentes son la evidencia al contrario.
Todos pecamos de vez en cuando pero la dirección y el enfoque de
nuestras vidas no son lo mismo como eran anteriormente, y podemos
testificar sobre el hecho de que todos hemos cambiado. A pesar de que
Pablo dijo que todo es permitido, él también dijo que no todo es
beneficioso y constructivo. Por consiguiente, ya nosotros no buscamos
nuestro propio bien sino el bien de los demás (1 Corintios 10:23-24) con la esperanza de ganar el premio para el cual Dios nos llamó al cielo en Cristo Jesús (Filipenses 3:14).
Pablo no estaba hablando sobre su salvación, la cual él ya tenía, sino
sobre las recompensas que esperaba recibir ante el Tribunal de Cristo (1 Corintios 3:10-15) después del Rapto.
Por eso es que la pérdida de nuestra salvación nunca se ve amenazada.
Nuestra creencia en nuestra eventual inmortalidad iguala lo que Dios ya
ha visto para nosotros, y mientras tanto procuramos hacerle caso al
consejo de Pablo de vivir al nivel de lo que ya hemos alcanzado (Filipenses 3:16). Esta es nuestra acción espiritual de alabanza (Romanos 12:1) en agradecimiento por lo que ya se nos ha otorgado de manera gratuita e irrevocable.
¿Pero qué hay de las personas creyentes que no responden con
agradecimiento y quienes no pareciera que han cambiado, viviendo casi de
la misma manera antes de ser salvas? ¿Se ha anulado el regalo? ¿Se ha
roto la promesa? ¿Se ha revocado la garantía? No he podido encontrar ni
un solo versículo en la Biblia que contenga una amenaza parecida. ¿Cómo
lo podría haber cuando todos los pecados de la vida suya han sido
pagados, incluyendo el pecado de ingratitud?
Lo que sí he encontrado es que en su mayoría, todas estas almas
malagradecidas viven unas vidas derrotadas aquí y han perdido sus
galardones en la vida venidera. Estas son las que Pablo dijo que aún
serán salvas pero apenas escapando a través de las llamas (1 Corintios 3:15).
Aquí en la Tierra estas personas tienen unión sin comunión, nunca
experimentando la intimidad con Dios. Como resultado de ello su caminar
cristiano consiste en un movimiento sin progreso, batallas sin
victorias, y servicio sin éxito. Están de lado correcto del perdón pero
del lado incorrecto del poder, teniendo la justificación pero sin la
santificación.
Jesús describió a estas personas en la parábola del sembrador,
diciendo que son como la semilla que cayó entre espinos. Germina y crece
pero debido a que las espinas la ahogan, nunca madura para dar fruto.
Puesto que estas personas creyentes están demasiado preocupadas con las
maneras de este mundo, nunca maduran como cristianas y nunca producen
nada de valor para el Reino (Mateo 13:22). Estarán
frente al Tribunal de Cristo ante el Señor sin nada que mostrar por el
increíble regalo que se les dio porque estas personas fracasaron en
implementar el maravilloso plan que Él tenía para sus vidas.
El Nuevo Testamento está lleno a reventar de admoniciones y estímulos
para que el Espíritu Santo pueda cambiar el enfoque de nuestras vidas
de las cosas de este mundo hacia las cosas del próximo, de las cosas que
vemos, las cuales son temporales, hacia las cosas que no vemos, las
cuales son eternas (2 Corintios 4:18), ser renovados en el espíritu de nuestra mente (Efesios 4:23) sin conformarnos al mundo actual (Romanos 12:2). En resumen, vivir según lo que hemos logrado (Filipenses 3:16).
Algunas personas creyentes que no le han hecho caso a estas
admoniciones, encontrarán que han escapado del juicio simplemente porque
en un solo día en su vida ordinaria tomaron una decisión que lo cambió
todo. Para algunas de estas personas será la única decisión inteligente
que alguna vez hicieron, pero la hicieron con fe, que es lo único que
importa (Efesios 2:8-9) porque al haberla hecho, todos los pecados de su miserable existencia fueron perdonados y se convirtieron en hijas de Dios (Juan 1:12-13), adoptadas en Su familia para siempre (Gálatas 4:4-5).
Cuando llegue el momento, las personas que fracasaron en tomar esa
decisión estarán dispuestas a cambiar todas las riquezas del mundo para
intercambiar lugares con ellas. Pero así como el regalo que recibieron
ese día es indescriptiblemente generoso, solamente fue el primer pago en
la vida que pudieron haber tenido. Ya sea por ignorancia o por
rebeldía, no aceptaron el resto, rehusando la guía del Espíritu Santo,
hasta que finalmente la aún pequeña voz interior ya no pudo escucharse
más.
A veces me pregunto si la pérdida que alguna persona va a sufrir ante el Tribunal de Cristo (1 Corintios 3:15)
aparecerá como una bodega interminable de bendiciones no reclamadas o
si las lágrimas que el Señor enjuaga de sus ojos serán lágrimas de pesar
al haberse enterado de lo que pudieron haber hecho por medio de Él si
hubieran respondido a la iniciativa del Espíritu Santo. Solamente el
tiempo lo dirá. Pero por lo menos todo quedará en el pasado, porque Apocalipsis 21:4
procede diciendo que de allí en adelante no habrá más muerte, ni
llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Todos
sus pecados fueron perdonados desde el momento en que creyeron. Selah
27/08/11