martes, 10 de marzo de 2015

El Cuerpo y La Sangre de Cristo.

(1 Corintios 10: 16,17) “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan”:
La copa de bendición implica la institución de la ordenanza de la Cena del Señor. Tanto el partimiento del pan, como el beber la copa, eran símbolo expreso y claro memorial de la muerte de Cristo al ser roto, es decir, se horadado su cuerpo y derramada su sangre en el Calvario (Mt.26:26-29; Mr.14:22-25; Lc.22:17-20; 1 Co.11:23 y ss.)
La expresión “que bendecimos” no implica ninguna “consagración” o aplicación de la espuria doctrina de la transubstanciación (nótese por cierto, que el cuerpo de Cristo después de la resurrección y ascendido a los cielos es de gloria, y por tanto, no compuesto de carne y sangre -1 Co.15:50)
Ese bendecir era la bendición que se pronunciaba en la oración inicial que comenzaba diciendo: “¡Bendito seas, Señor!”.
El vocablo “comunión” no es “tomar la comunión”, sino que tiene el sentido bíblico de “compartir con alguien”. El sentido de participar de la Cena del Señor, no es el de “tomar o comer el cuerpo de Cristo y beber su sangre”, lo cual sería canibalismo (véase Jn.6:63), sino que el recibir con fe el pan y el vino de la Mesa del Señor, que reaviva en sí el recuerdo de lo que Jesús llevó a cabo por nosotros los salvos, en la Cruz del Calvario.
Al participar en los símbolos, el pan y el vino, manifestamos nuestra participación espiritual, por la fe, en todo el muy profundo significado del Sacrificio de la Cruz, confirmando nuestra unión espiritual con el Señor por medio de Su obra.
Al tomar del pan y del vino no tomamos a Cristo, porque el creyente verdadero lo es, porque recibió a Cristo por la fe en el momento en que fue convertido a Él (Jn,1:12, 13). No se ha de ir “tomando a Cristo” cada vez, cuando ya se es de Él.

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