lunes, 13 de abril de 2015

EL DIOS A QUIEN SIRVO.Cuentos del Pastor

Las experiencias nunca deben formar doctrina; y es allí, entiendo yo, donde radican la mayoría de esas creencias y prácticas que nos confundieron, y nos dividieron por siglos.
Las experiencias sólo confirman lo teórico. Y esto en todos los campos, incluyendo nuestra fe.
Esa noche al orar no sabía exactamente lo que pedía, y mucho menos, cuánto cambiaría mi manera de pensar a la mañana siguiente.
Estaba, por ese entonces, con mucha actividad evangelística. Mantenía un programa de televisión diario en la Cadena Univisión, para toda el área metropolitana de la Ciudad de Atlanta. Alcanzaba por noche más de 75,000 hogares; en ese momento la ciudad contaba con una población hispana de 250,000.
Yo tenía además un periódico mensual que llegaba a tres estados de la Unión americana.
La presión, y la lucha espiritual por momentos fue bastante explícita.
Estas eran algunas de las particularidades de Atlanta en ese momento: Número uno en crímenes violentos, número uno en homosexualismo y perversiones sexuales, número uno en odio racial; toda publicidad mundialmente importante se hacía en la ciudad, y anualmente se organizaban convenciones nacionales de ocultismo; la Coca Cola, Nestlé y otras compañías mundiales son originarias de Atlanta, CNN el centro de noticias del mundo está allí, etc.
Lo que hablaba a las claras de la influencia de esta ciudad en el mundo; todo lo que había que ver, oír, hacer, y consumir pasaba por allí.
Había sufrido en varias ocasiones el trabajo de brujos y satanistas en la puerta de mi casa, pero nada de esto me había intimidado.
En ese tiempo noté que algo particular le ocurría a mi automóvil. Cada vez que me subía a él, la temperatura se disparaba al punto extremo superior. Tenía que parar, revisar el agua y esperar que la temperatura descendiera para seguir. Curiosamente esto sólo ocurría conmigo; si otro manejaba el vehículo no pasaba nada.
Una mañana luego de dejar los niños en la escuela, volví a prisa porque nuevamente recalentaba. Cuando abrí el capot, la tapa del refrigerante se disparó contra mi cara y la presión del agua me alcanzó toda la mitad superior del cuerpo. Alcancé a cubrirme con la mano pero mi cara estaba toda quemada. Pensé que nunca más podría curarme, y que las marcas iban a ser imborrables. Este incidente me dejó fuera de la televisión por semanas. El ardor era insoportable, y tenía todo el rostro hinchado.
Pensando en esta lucha estaba, cuando esa noche oré:
-Señor, yo sé quién tú eres por la Palabra y lo creo. Pero si te manifiestas a mi vida, aunque sea un momento, yo podría saber el Dios con qué cuento en esta batalla espiritual.
Me dormí sin medir las consecuencias de mi oración.
Eran las siete de la mañana cuando, entre sueños, comencé a sentir una presencia en mi cuarto. No era como las confrontaciones espirituales que había vivido en el pasado. Esta vez era una sensación completamente rara.
Siempre que tuve experiencias espirituales, cerré los ojos para enfrentar mejor el embate; pero esta vez, me propuse abrirlos cuando sentí que algo se aproximaba a mi cama.
Sentía esto poderoso sobre el costado izquierdo; sobre el mismo lado que estaba apoyado. Mi cabeza estaba al borde fuera de la almohada levemente inclinada.
Cuando abrí mis ojos vi fugazmente unos pies bruñidos como de bronce, unas sandalias de cuero y un vestido blanquísimo que llegaba hasta los tobillos.
Un temor intenso me sobrevino, me sentí morir; al intentar levantar la vista y ver más de su Persona, me desmayé.
Cuando desperté a las dos o tres horas, aún estaba temblando. El Señor había estado conmigo, y su Presencia era tan poderosa que no lo pude resistir. ¡Y sólo alcancé a ver sus pies!
Me animó tanto la experiencia, que mis enemigos pasaron a ser nada. Todo temor desapareció. Esta experiencia fue suficiente muestra para mí; y no la volvería a pedir. ¡Yo sé el Dios a quien sirvo!
Reflexión:
Yo entiendo la confrontación espiritual y la lucha espiritual que mantenemos.
He salido a hacer frente cada vez que fue necesario, y lo seguiré haciendo. Pero también sé a Quien he creído, y sé del Poder de su Presencia.
Quiero entender, que hacemos muchas cosas por ignorancia; o porque no prestamos oído a lo que la Palabra nos revela de la Persona de Cristo.
No me explico cómo seguimos sosteniendo prácticas y rituales en nuestros servicios, que son contradictorios a la doctrina y a la Palabra.
Por ejemplo: Oramos, reprendemos y echamos fuera espíritus inmundos para que la Presencia se manifieste antes de comenzar cada reunión.
¡Esto es terrible!
Estamos diciendo que: ¿La promesa de que Él estaría en medio de nosotros no se cumple; o que se cumple, si previamente sacamos al enemigo? ¿Somos más fuertes o poderosos que nuestro Dios? ¿El necesita que le demos una mano y que echemos fuera al diablo para que tenga libertad de actuar? ¡Algo está mal!
¿Le hemos adjudicado al enemigo más poder del que tiene, y a nosotros más poder que al Espíritu Santo de Dios?
Debemos tener una mirada bíblica del asunto.
Somos siervos de un Dios Poderoso, no siervos que hacemos poderoso a Dios.
Como iglesia no somos los invadidos por las tinieblas, somos los que vienen a invadir y conquistar las tinieblas. Debemos cambiar la perspectiva: ¡No somos los conquistados, venimos a conquistar! ¡No estamos para defendernos, estamos para atacar! ¡No somos los pobrecitos, somos los poderosos en Dios!
Quiero ser claro. Vamos a actuar cuando bajo su autoridad El nos pida reprender y todo eso. ¡Pero no podemos empezar liberando y “preparando el ambiente” porque nuestro Dios no es lo suficientemente poderoso para entrar por sí mismo y manifestarse!
Creo seriamente que esto ofende al Señor. ¡Él es el Fuerte y Poderoso! ¡Él pelea por nosotros la batalla! ¡Él es Dios!
Comencé diciendo que una experiencia no debe formar doctrina, y no pretendo hacer de la mía, una tendencia ni mucho menos. Pero debemos volver a la fuente: La Palabra.
Nunca los discípulos comenzaron un culto de esta manera. Jamás se enseñó esta práctica en la Escritura.
Ellos se reunían, oraban y adoraban. Predicaban el Evangelio, sanaban enfermos, liberaban, hacían milagros y todo esto lo respaldaba el Señor con prodigios.
Jamás vemos una “preparación de ambiente” para darle una mano al Señor.
Nunca entendieron que había que sacar al enemigo para que su Gloria se manifestara.
Cuando hubo confrontación y peligro ellos hicieron esto: Lea por favor Hechos 4. 23-31.
No quiero ser polémico. Me gustaría que pensemos un poco.
En lo que a mí y mi familia respecta: Jesucristo es el Señor de todo lo creado, todo está sujeto a sus pies y su Presencia es suficiente. Y bajo esta verdad bíblica sostendré mi práctica cristiana.
Pastor Rubén Herrera

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