lunes, 6 de abril de 2015

¿CORNELIO FUE SALVO PORQUE EN SÍ MISMO BUSCABA A DIOS?

(Hchs. 10) La historia de Cornelio, primer miembro en la historia de la iglesia, es muy interesante para poder aprender ciertos conceptos, creo que esenciales en cuanto a doctrina.
Algunos aseguran que Cornelio fue salvo porque por él mismo buscaba a Dios, sin conocerle todavía, y que Dios viendo eso, envió a Pedro para que le predicara el evangelio y así salvarlo, porque según dicen, Dios vio que él, es decir, Cornelio, estaba listo para aceptar a Cristo. Esta es una lectura arminiana de este asunto, pero no es la bíblica.
Cornelio, fue salvado por Dios, no porque fuera una persona que buscara por sí mismo a Dios, sino porque fue ELEGIDO por Dios para la salvación, desde antes de la fundación del mundo (Ef. 1: 3-5), y era el Espíritu Santo quien le guiaba hacia Dios mientras tanto.
Cornelio no era bueno en sí mismo, como todos y cada uno de los hombres no lo son; ni lo más mínimo (véase Ro. 3: 10-18). No había nada en él en lo cual Dios se podía fijar y verlo como un mérito personal de ese varón, así como no puede ver un Dios santo como es nuestro Dios nada bueno en ninguno de los descendientes de Adán:
“Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento” (Is. 64: 6)
Estas “justicias” aludidas por el profeta, son las personales, las hechas sin el concurso del Espíritu Santo, que pueden ser bien intencionadas, pero no son de Dios en definitiva. Son el “buen” producto de la naturaleza de depravación total humana.
La salvación es exclusivamente asunto de Dios, y Él la da a quien ha querido, y cuando ha querido, ya que no es un asunto de justicia, sino todo lo contrario, de misericordia, y Él la hace con quien quiere (Ro. 9: 15). Si fuera solamente un asunto de justicia, nadie sería salvo, ya que todos y cada uno de los hombres descendientes de Adán nacen muertos, ya que en Adán todos mueren (1 Co. 15: 22), y su destino por justicia es el infierno.
Jesús lo explicó con mucha claridad cuando habló de qué era la condenación, y dijo que tal condenación se manifiesta como tal cuando la Luz, que es Cristo, o su sinónimo, la predicación del Evangelio (llamamiento general a todos los hombres), se da a conocer en el mundo, pero “los hombres amaban más las tinieblas que la Luz” (Jn. 3: 19). Esto último es así, porque es implícito en la naturaleza de depravación total que tienen todos y cada uno de los seres humanos, sin excepción.


La bondad, ¿es la del hombre, o la de Dios en el hombre?


(Fil. 2: 13) “porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”
Volviendo a Cornelio, si él hubiera sido salvado porque su oración fue oída, y sus limosnas recordadas delante de Dios, sin más, debido a su presunta bondad personal y sin el concurso pujante del Espíritu Santo que hacía esa obra en él, entonces Cornelio no hubiera sido descendiente de Adán, sino otra criatura, esta vez, no humana. Siendo así, Cornelio debiera ser venerado como un ser exaltado, lo cual, evidentemente ningún cristiano hace, o haría.
Pero no, lo que guiaba a Cornelio, no era en ninguna manera alguna virtud o mérito personales, de otra manera, sus salvación ya no hubiera sido enteramente por gracia, sino meritada (doctrina romana, y también arminiana), contradiciendo la Escritura, cuando dice: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios;no por obras, para que nadie se gloríe”.(Ef. 2: 8, 9)
En todo ello, debemos entender que es por la Elección Divina que los hombres son salvos, no por algún mérito personal humano. Es el mismo Dios quien hace reaccionar al muerto, salvándole del infierno, haciéndole nacer de lo Alto (Jn. 3: 3), y todo conforme al puro afecto de Su voluntad (Ef. 1: 5)


Cuidado con negar la doctrina de la elección de Dios


Negar la doctrina de la predestinación o elección divinas, es negar la soberanía de Dios, y dejar de lado gran parte de la Biblia.
Dios hace que, incluso los malos actos de los hombres, puedan llevar a buen fin Sus propósitos soberanos:
“Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo” (Gn. 50: 20)
Tal fue la historia de José; relato de la soberanía y consecuente elección de Dios.


Cornelio fue salvo en un momento determinado


Cornelio, mientras no recibió a Cristo en su vida, estaba muerto en sus delitos y pecados, como todos los demás. ¡Debía ser salvo!, y lo fue, pero cuando llegó el momento:
(Hchs. 11: 13, 14) “quien nos contó cómo había visto en su casa un ángel, que se puso en pie y le dijo: Envía hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; él te hablará palabras POR LAS CUALES SERÁS SALVO TÚ, y toda tu casa”
Así que, a pesar de que la elección de Dios para justificación y consiguiente salvación es irrefutable en todos los sentidos, tal justificación solamente acaece en el momento en el que la persona nace de nuevo (Jn. 3: 3). Al nacer de nuevo (o de Dios), es una nueva criatura en Cristo, y ya no practica el pecado, porque la simiente de Dios en ella, le impide pecar (1 Jn. 3: 6, 9). De otra manera, si no hay un fruto de santidad en esa vida, es que jamás nació de lo Alto; es un impostor.


Concluimos diciendo a modo de resumen


El hombre natural está en un estado de depravación total (naturaleza pecaminosa), que le impide acercarse por sí mismo a Dios (Ef. 2: 1). Por lo tanto, nadie por sí mismo podría salvarse o pedir que le salvaran.
En ese sentido, el hombre natural, que es enemigo de Dios (Sto. 4: 4), y que “no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura” (1 Co. 2: 14), en sí, y por sí, rechaza la Luz que es Cristo, o el Evangelio de Cristo, sin excepción alguna.
Por lo tanto, si Dios no hubiera escogido a quien salvar (Ro. 8: 29-31), y haciéndolo como lo hizo, “según el puro afecto de Su voluntad” (Ef. 1: 5), NADIE, absolutamente NADIE sería salvo.

SOLI DEO GLORIA!

© Miguel Rosell Carrillo, pastor de Centro Rey, Madrid, España.

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