viernes, 3 de abril de 2015

Cuentos del Pastor LA PROFETA

Estaba terminando el invierno del año 1998. 
En ese momento colaboraba como pastor asociado del Ejército de Salvación de la Ciudad de Atlanta.
Cierto día, una señora llamó a nuestra casa solicitando movilidad para llegar a la iglesia. Y lo que al principio se presentó como un aventón ocasional, al tiempo se transformaría en una historia increíble.

Ella nos esperaba lista y sonriente cada domingo por la mañana; era muy generosa con los niños y tenía un carácter muy agradable.
Trabajaba como mucama cama adentro, en la parte más acomodada del sector. Alguna vez nos dijo que eso era algo circunstancial; que su condición laboral y su estadía en la Ciudad era parte una “misión especial”.

De a poco fue ganando confianza; ella siempre tenía preguntas de la Biblia, y buscaba mi punto de vista sobre algunas cuestiones de fe.

Un día su pregunta fue:
-¿Usted cree en profecías pastor? ¿Qué opinión tiene al respecto?
Mi respuesta fue: El Señor tiene muchas maneras de comunicar su voluntad y sin duda esa es una de ellas. Durante la charla, también aclaré la necesidad de tener cuidado, examinar bien, y probar el espíritu de la profecía.
Ella se quedó pensando en silencio hasta que llegamos a su trabajo, donde le dejamos como siempre.

Al siguiente día llamó por teléfono, quería visitarnos y nos pidió llegar a cenar.

Durante la cena ella abrió su corazón y dijo:
-Estuve pensando, y creo que este es el momento de decirlo.
Hace tres meses el Señor habló fuertemente a mi vida con un mensaje.
Me dijo que debía venir a esta ciudad, y buscar a un pastor bautista de Argentina.
No sabía cuánto tiempo me llevaría encontrarlo, así que decidí tomar este trabajo de servicio doméstico. Busque en las páginas del directorio telefónico, pregunté aquí y allá, hasta que di con usted.
Necesitaba saber que era la persona correcta, ya que el mensaje es muy importante. ¿Usted cree que puedo contárselo?

Yo estaba sorprendido. La persona que hacía meses creía conocer, ahora se mostraba muy diferente.
Asentí con mi cabeza y ella dijo:
-Usted debe regresar a su país. Su tiempo de ministerio aquí ha terminado. Si se queda, no podrá cumplir con lo que el Señor le tiene preparado.

Fueron sólo tres frases. Ella se despidió como todos los días, y no la volví a ver nunca más.

El siguiente domingo cuando pasamos a recogerle, ya no estaba allí.

La señora de la casa nos contó que se había despedido, y que no se explicaba la situación.
Ella dijo:
-No entiendo como una señora tan fina, viniera a servirme.
Según averiguamos con mi esposo, ella es viuda y fue esposa de un pastor; es una millonaria de Nueva York y su casa está valuada en varios millones de dólares. Tiene su propia iglesia, y sus hijos son pastores allí y en Brasil.

¡Yo no podía creer lo que estaba escuchando!
Y me fui pensando:
-¡Qué obediencia! ¿Moverse de su comodidad, trabajar como sirvienta, vivir como otra persona durante más de tres meses y por sólo tres frases?

Sin duda el mensaje no debía tomarlo a la ligera.
Oré por algunos días, el Señor confirmó cada palabra y decidimos regresar.

Reflexión

A la historia titulé: “LA PROFETA”, porque aún su nombre se fue con ella. Por más que trato de recordarlo, no vine a mi memoria. Y esto también debe ser de Dios, porque lo importante era su misión, no su persona.

Ha pasado el tiempo; y cuando pienso en renuncia y entrega, pienso en esta mujer. En tantos años, no he visto otra vida tan entregada.

El servicio incondicional debería adornar la persona de cada uno de nosotros; sin embargo y lamentablemente es la excepción a la regla.

Hoy vivimos otros intereses y condiciones para el servicio; y lo venimos heredando de los “malos” obreros.

Pablo tenía una singular manera de reconocer y mostrar la diferencia de quienes sirven a Dios y quienes no:

“PORQUE POR AHÍ ANDAN MUCHOS, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, QUE SON ENEMIGOS DE LA CRUZ DE CRISTO; EL FIN DE LOS CUALES SERÁ PERDICIÓN, CUYO DIOS ES EL VIENTRE, Y CUYA GLORIA ES SU VERGÜENZA; QUE SÓLO PIENSAN EN LO TERRENAL.

MÁS NUESTRA CIUDADANÍA ESTÁ EN LOS CIELOS, DE DONDE TAMBIÉN ESPERAMOS AL SALVADOR, AL SEÑOR JESUCRISTO; EL CUAL TRANSFORMARÁ EL CUERPO DE LA HUMILLACIÓN NUESTRA, PARA QUE SEA SEMEJANTE AL CUERPO DE LA GLORIA SUYA, por el poder con el cual puede también sujetar todas las cosas.” Fil 3. 18-21

Pastor Rubén Herrera

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