domingo, 15 de febrero de 2015

La salvación, por obra o por merito.

MATEO 25: 31-46


Este es un texto muy usado para argumentar acerca de una supuesta salvación por obras y méritos, lo cual, implícitamente, redundaría en contradicción a la luz del resto de la Escritura.
No obstante, algunos lo colocan delante de tus ojos, una y otra vez, buscando otros de ellos el menospreciar la fe en contraposición a las obras. El mensaje que lanzan es: las obras meritan, la fe no es suficiente.
Estos olvidan, o no quieren comprender que las obras han de ser producto de la fe, de otra manera, no valen. Como está escrito: “Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras” (Santiago 2:18)
1. El juicio a los gentiles que hayan quedado:
Partamos del punto de que este texto, tiene un sentido netamente escatológico, ya que Cristo aquí está hablando de que en Su venida gloriosa, reunirá a todas las gentes (ethnos), los que hayan quedado sobre la tierra, y los juzgará. La Iglesia ya hará tiempo que habrá partido con el Señor (1 Ts.4:17)
Por este texto, vemos que los judíos estarán sobre la tierra, como los herederos directos del Reino, los que hayan creído en el Mesías (ver Zac. 12:10), ya que el texto se dirige explícitamente a los gentiles que hayan quedado.
El juicio no es hacia el Israel de Dios que reciba al Señor Jesucristo, sino que es hacia las gentes (la palabra no es naciones, sino ethnos, es decir, los gentiles).
Ese reino que van a recibir los colocados a su derecha, fue “preparado para ellos desde la fundación del mundo” (V.34). Este reino fue designado para establecerse en este planeta, el llamado Reino Mesiánico (Ap. 20).
2. Los benditos del Padre:
De todas esas gentes que habrán quedado después del Armagedón, reunidos ante Él, los que coloca a Su derecha, son los benditos de Su Padre; estos son los que han sido justificados, y por tanto, salvados; no por méritos u obras, sino por la fe, esa fe que obra por el amor (Gl.5:6), la cual sólo proviene de Dios, y lleva al creyente a hacer esas obras de misericordia, agradables a Dios (Ef.2:10).
No es la obediencia la que consigue el título de herencia (Ro.8:17), sino la promesa del Padre y la obra del Hijo, mientras que la obediencia es sólo la cualidad necesaria del creyente (por serlo), la que Cristo resalta en ese juicio, como muestra y prueba de esa fe salvadora de cada bendito del Padre.
Nadie ha de entender aquí que por la mera obediencia que lleva a realizar obras de misericordia alguien será salvado. Es Dios quien, por Cristo, ha extendido Su gracia a esa persona, y le ha dado la fe salvífica para recibir la justificación (Ro.5:1), y como consecuencia directa, obrar en el sentido del amor y de la misericordia hacia los demás, por la guía e inspiración del Espíritu Santo.
Las buenas obras de los ateos
No podríamos entenderlo de otro modo. Me explico. Hay muchas personas, ateas, que hacen obras encomiables desde un punto de vista humano; ¿diríamos entonces que por el hecho de hacer esas obras, Cristo les daría entrada en el Reino? Sabemos que no, ¿por qué lo sabemos?, porque no son justos, son ateos, niegan a Dios. Hay ateos explícitos, y hay ateos implícitos, estos últimos no niegan a Dios de palabra, pero lo niegan con su vida.
Son justos, por tanto, justificados (Ro.5:1)
“Entonces los justos le responderán diciendo…”
Démonos cuenta que el Señor a los obedientes, les llama justos. No son justos por obedecer, sino que obedecen porque son justos. Son justos porque son salvos. Son los benditos del Padre.
Vemos también que por ser justos, obraron para bendecir al Señor: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a Mí lo hicisteis”
No es que fueran conscientes de ello, posiblemente, pero el Espíritu Santo les guió en ese sentido.
No olvidemos que Dios no necesita de nuestra contribución o trabajo, ese no es el punto. El punto es que Dios se place en darnos ese trabajo Suyo, o más bien, en Su obra, para recompensarnos. Dios se goza en hacernos bien.
3. Los hermanos pequeños de Jesús:
“Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”:
Jesús estará hablando de “sus hermanos más pequeños”, ¿de quién exactamente y en primer lugar estará hablando? (nótese que esto es algo que todavía ha de ocurrir).
Si habla de hermanos, obviamente, está hablado de hijos de Dios:
“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que Él sea el primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:29)
Pero el sentido más cabal de este versículo (V.40), es el que se refiere a los judíos de aquel tiempo. Estarán en franca debilidad dada la persecución y angustia que estarán sufriendo, y van a necesitar de toda ayuda en esos momentos.
Esos judíos creyentes, serán los hermanos pequeños del Señor. Todo lo que le hagan de bien a esas personas en extrema necesidad en ese tiempo que viene, por ser hijos de Dios, es como si se lo harán al Señor.
4. ¿Qué enseñanza podemos nosotros sacar de este texto de Mateo 25?:
Dejando de lado por un momento el sentido cabal de este párrafo de la Escritura, la enseñanza que podemos nosotros aquí y ahora es fácil de comprender.
En primer lugar, y teniendo en cuenta que el bien que harán los benditos del Padre, va a ir dirigido a los creyentes en gran necesidad, y por tanto, miembros de la familia de la fe, en nuestro caso el asunto apunta en la misma dirección.
No podemos añadir ni un ápice a nuestra salvación, pero dentro del campo de las obras, y de las obras que Dios preparó de antemano para que andemos en ellas (Ef.2:10), debemos aplicar el mismo principio.
La fe nuestra se ve y se ha de ver a través de las obras resultantes de ésta.
(Santiago 2: 15-18)
“Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras”
Siempre que por parte del creyente en necesidad, no haya negligencia o pecado similar, sino que su necesidad sea genuina, deberemos aplicar en la medida de nuestras posibilidades este principio.
“En esto hemos conocido el amor, en que Él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad” (1 Juan 3: 16-18)
El amor ha de concretarse en realidades que lo muestren.
El ocuparse de los demás, y sobre todo de los hermanos, quizás hoy por hoy en nuestra realidad no tenga tanto que ver con los asuntos materiales, si es que es así, pero hay otras maneras de ocuparse de los hermanos que también son importantes.
Busquemos siempre el bien real de los demás.
“Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mateo 7:12)
A veces deberemos soportar desprecios e insultos de muchos, cuando les llevemos la palabra de vida, el evangelio. Seremos vilipendiados y maldecidos, pero también tenemos a este respecto una promesa del Señor:
“Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros” (Mateo 5:11,12)//

Miguel Rosell Carrillo

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