lunes, 23 de febrero de 2015

"El campesino"

Relato del rabino Haim Valder sobre una historia verídica publicada el 15/1/14
Publicado en " Un Bacari suelto en Israel"
Esta historia ocurrió hace 11 años pero decidí contarla durante estos días; momento en que los ciudadanos buscan un líder. Es una historia sobre mi hermano, que tenía en esos tiempos 19 años y estudiaba en la Yeshiba (lugar donde viven y estudian los judíos ortodoxos). Mi hermano era un alumno sobresaliente, estudiaba muchísimo durante el día y no descansaba durante las noches. Su vida estaba repartida entre rezos y estudio.
Cierto día el director de la Yeshiba llamó a mi padre por teléfono y lo citó a una charla; quería transmitirle su preocupación por la conducta de mi hermano. Le comentó que no hacía más que estudiar día y noche, que estudiar es algo bueno pero cuando se pierden las proporciones hay que revisar cuál es el problema; le contó que mi hermano casi no se alimentaba y que podía correr peligro; casi no duerme, se alejó de todos los amigos y llegó el momento de revisar que es lo que le pasa; este camino puede afectar su salud mental y física.
Mi papá se sentó a hablar con mi hermano, pero él no estaba dispuesto a escuchar ninguna queja. Le explicó que con todo lo que estaba estudiando todavía no llegaba a la mitad de lo que debía. Mi hermano habló sin parar y si mi papá estaba preocupado por la charla con el director, ahora lo estaba tres veces más. En el momento en que mi papá apoyó la postura del director, mi hermano empezó a criticarlo como padre, le expresó su disconformidad por la educación que le había dado, y agregó un tono de insolencia que mi papá jamás esperó escuchar. Tuvo que levantarse e irse; sabía que debería hacer algo, de otra forma, mi hermano se volvería loco.
El estado de ánimo de mi hermano empeoró: dejó de bañarse, bajó drásticamente de peso, los ojos le dejaron de brillar, hasta que decidieron suspenderlo de la Yeshivá para que se repusiera. Llegó a casa muy enojado, sintiendo que todo el mundo estaba en su contra. Se encerró en su cuarto y solo salía para rezar -hay rezos en el judaísmo que no se pueden realizar en soledad-.
Mi papá intentó todo lo posible para que no lo internaran en un hospital psiquiátrico, como recomendaron los médicos, y por medio de un profesional trataron de ayudarlo a salir de su situación. Entre otras cosas, decidieron sacar la puerta de su habitación, obligarlo a salir a pasear dos horas por día, a bañarse, a comer. Mi hermano estaba cada vez más furioso, justamente con mi padre, que era quien tenía que ponerle los límites y hacerlo cumplir el programa. Mi papá se las aguantó y jamás le respondió. Hasta que un día mi hermano desapareció. Jamás olvidaré ese día.
Al principio pensamos que se había escapado para llamar la atención, pero cuando terminó la noche y vimos que no volvía, llamamos a la policía. Pasaban las horas; no sabíamos qué hacer. Al no tener noticias de él, la policía decidió publicar su foto en los medios de comunicación para encontrarlo. Si bien era una vergüenza para él y mi familia, la preocupación por su salud estaba por encima de todo. No supimos más nada de él; como si la tierra se lo hubiera tragado.
Mi hermano había salido de la casa sin nada, sólo con una mochila en la cual llevaba lo indispensable para rezar y un gorro. Caminando por una ruta sin destino, un camionero le preguntó si necesitaba ayuda, él le dijo que necesitaba llegar hasta el final de la ruta. Al bajarse del camión, empezó a caminar por los campos, más de 10 horas bajo un sol fuertísimo -los especialistas dijeron que las probabilidades de sobrevivir en esas condiciones tienden a cero, incluso al tratarse de horas-.
Y fue así como mi hermano se derrumbó en medio del camino y perdió el conocimiento.
Al levantarse se dio cuenta de que estaba acostado sobre una amplia cama y lo primero que vio fue a dos personas a su lado, dos campesinos (agricultores) que parecían ser padre e hijo; uno gordo, uno flaco. El flaco le dio un vaso de agua y le dijo:
-bebe, bebe el agua, aunque has bebido mucho todavía se te ve deshidratado
- ¿Dónde estoy? -Preguntó mi hermano-
- Estas en un lugar seguro; uno de nuestros empleados te encontró hace 12 horas tirado sobre la tierra, a unos metros del alambrado de nuestros campos; te trajo hasta acá, te levantamos y te dimos de beber. Te dejamos dormir pero nos quedamos a tu lado por si necesitases algo. Tuviste suerte que no te dispararon
- ¿Suerte de que no me disparen? ¿Por qué me dispararían?
- ¿No entendés? -Le pregunto el padre (gordo) -
- No, no entiendo -contestó mi hermano-
- ¿No me conocés?" -Volvió a preguntar el campesino-
- No ¿De dónde nos conocemos? ¿Nos vimos alguna vez?
Tanto el padre como el hijo sonrieron y decidieron traerle comida. La empleada le trajo un plato con algunas cosas que mi hermano se negó a comer al no saber si eran kosher, y qué clase de kosher.
- ¡Ah! ¡Cierto! -Comentó el hijo- pan de la fabrica Ángel ¿podés comer?
- Si -contestó mi hermano-
- ¿Queso de Tnuva? (otra marca)
- Muéstrenme el envase por favor
Y así le seguían trayendo cosas de comer. De cada cuatro, él elegía solo una, descalificaba lo que no le parecía hasta que logró armarse un plato entero lleno de comida. Por supuesto pidió que le sirvieran con cubiertos de plástico y platos y vasos descartables... Con toda la paciencia del mundo, le consiguieron todo lo que quiso y después de lavarse las manos, mi hermano se devoró toda la comida.
Luego de que terminara de comer, le preguntaron si quería llamar por teléfono a su casa. Mi hermano se negó y cuando le preguntaron el motivo, este les contestó que se había escapado.
- Veo que sos un judío ortodoxo -le dijo el padre- seguro te obligaron a estudiar y rezar, ¿verdad?
- Todo lo contrario -contestó mi hermano-
- ¿Todo lo contrario?
- Sí, todo lo contrario; ¡ellos creen que yo estudio y rezo demasiado! Luchan conmigo para que no sea tan espiritual !
El agricultor entendió con quien estaban tratando; le volvio a decir que el creía que debería hablar con sus padres, pero cuando mi hermano se negó, lo dejaron tranquilo. Por lo menos, durante ese rato.
Al otro día, mi hermano se levanto, y al salir al campo vio que se trataba de un terreno enorme; miles de cabras y vacas, frutas y verduras, flores, sandías y algodón.
Por la tarde volvió el agricultor y lo llevó a pasear por los campos con su tractor. Recorriendo la zona, le mostró con mucho orgullo toda su propiedad, hasta que en un momento estacionó frente a una loma en la que había una lápida.
- Acá está enterrada mi esposa -le dijo-
- ¿Te permitieron enterrarla acá? ¿En la puerta de tu casa?
El campesino sonrió y le contestó -no exactamente en la puerta de mi casa, acá hay 4 mil dunas de campos, digamos que la mitad del tamaño de la ciudad en la que vivís
- Pero, ¿Te permitieron?
- ¡Yo me permití! Cuando volvamos a mi casa vamos a llamar por teléfono a tus padres; ellos deben de estar muy preocupados; tenés que decirme quiénes son, estoy seguro que se trata de gente buena, que quieren tu bien Mi hermano aceptó y al volver a la casa le dio el número de teléfono de mi papá.
En mi casa estábamos muy preocupados después de dos días y medio de no saber nada, ya esperábamos lo peor. La policía decidió, por tratarse de un joven de 19 años, esperar tres días hasta salir a buscarlo. Ya habían empezado a programar la búsqueda. Y de repente, sonó el teléfono. Mi mamá contestó.
- ¿Hablo con la señora Valder? -le preguntaron-
- Si, soy yo -respondió mi mamá; esa vos le sonaba conocida-
- Le habla Ariel Sharon - quien era en esos días el Primer Ministro de Israel-
- ¡Gaby, no es momento de cargadas! -Gaby es un primo que siempre imita a políticos y a Sharon lo imitaba perfectamente-
- Escúcheme señora, no soy Gaby, soy Ariel Sharon y no me estoy imitando a mi mismo, su hijo esta acá en mi granja de "Javat Hashikmim. Quiero que hable con él
Mi mamá que no entendía lo que pasaba escuchó de repente la vos de mi hermano que le dijo:
- Hola mamá, estoy bien
Llorando de alegría, mi mamá le preguntó:
- ¿Qué hacés en esa casa? ¿Cómo llegaste a él?
- ¿Llegué a quién? - preguntó mi hermano-
- ¡A la casa del Primer Ministro! ¿Cómo de quién?
-No mamá; estoy en la casa de un campesino, por el sur, ¿de qué primer ministro me hablás?, caminé horas; me desmayé...
- Quiero que vuelvas a casa -le rogó mi mamá con un llanto interminable-
Después que conversaran un rato, mi hermano le devolvió el teléfono a Ariel Sharon.
- Señora no se preocupe, lo tuvimos como a un rey y se lo llevaremos de vuelta. Yo creo que deben tratarlo -le aconsejó-
- Intentamos todo el tiempo, pero él se niega. Quizás usted lo pueda obligar siendo Primer Ministro
- Su hijo no sabe que soy el Primer Ministro -le dijo riendo- Pensé que se hacía el tonto al principio, pero realmente no sabe quién soy. Explíqueme cómo lograron criar a un hijo que no sabe quién es el Primer Ministro ?!
- Discúlpeme señor pero en casa no hay televisión, no escuchamos radio y no leemos diarios. No usamos celulares pero justamente tengo otros dos hijos que sí están informados. Pero el resto de mis hijos, se la pasa estudiando Toráh, no les interesa lo que sucede alrededor, le pido perdón, trataré de contarles quién es usted.
- ¡Que ni se le ocurra señora! Lo que más me impresionó de su hijo es que todavía hay gente desconectada de todo, es mi placer cada vez que vuelvo a mi granja. Además yo siempre dije que si no existieran personas como él, que estudian Toráh, no existiríamos como pueblo, ni como país. No estoy inventando excusas, lo digo a diario en cada lugar que puedo.
Ariel Sharon le prometió que su hijo volvería al día siguiente a su casa.
Durante la noche el Primer Ministro habló con mi hermano. Quiso entender cómo era posible que no lo identificara, que no tuviera idea de quién era. Estaba contento y lleno de curiosidad de saber cómo se vive en esas condiciones.
Mi hermano, que pensó que lo estaba cargando, se sacó las dudas cuando Guilad, el hijo de Ariel Sharon le trajo un diario y le mostró la foto de la tapa. Lo vio vestido de traje y corbata saliendo de su despacho y esta foto fue la que le permitió a mi hermano confirmar que se trataba realmente del Primer Ministro.
Sharon le pidió que entendiera a sus padres; le dijo que él no había tenido la suerte de ser religioso, de estudiar Toráh, pero que tenía muy buenas relaciones con rabinos y la religión. Ellos son el espíritu del pueblo judío.
Al otro día, entró a su habitación para despedirse de mi hermano antes de ir a Jerusalem. Esperó un buen rato hasta que terminara su rezo y lo invitó a subirse a un auto blindado. Mi hermano estaba shockeado al ver la cantidad de autos de custodia. En un momento le pidieron que se cambiara a otro auto, el cual lo trasladó directamente a su casa.
Esta historia marcó el comienzo de la recuperación de mi hermano, quien aceptó ser tratado, y a los tres meses volvió a la Yeshivá. Aprendió a estudiar de una manera más moderada, poniéndose límites, floreció como alumno sobresaliente y mucho más amable con su alrededor.
Mi hermano se casó y es padre de varios hijos. Con el correr de los años seguimos de cerca la vida de Sharon, y realmente nunca tuvo una política en contra de los religiosos. Cuando decidió salir de Gaza no nos pusimos de acuerdo en si estaba bien o estaba mal la decisión, pero estábamos seguros que todo lo hizo humanamente y pensando que era lo mejor para el país, y nos dimos cuenta que los grandes rabinos no dieron su opinión, ni para bien, ni para mal. Supimos que aunque alguna de sus decisiones estaba en contra de nuestras creencias, nunca perjudicó la esencia de nuestros estudios, el estudio de la Toráh.
Y Sharon se durmió 8 años seguidos. Llegaron otros Primeros Ministros y todos sabemos hacia dónde nos están llevando. Después de años y años en estado de coma, Ariel Sharon falleció y está enterrado junto a su esposa en el "Monte de las flores"
y al enterarse de esta noticia, mi hermano me permitió contar su historia.
(en la foto "Guivat Hakalaniot" o "la colina de las flores", ya con Ariel Sharon junto a su esposa Lili)

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