(Mateo 25: 1-13) “Entonces el reino de los cielos será semejante a
diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo. 2
Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas. 3 Las insensatas,
tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite; 4 mas las prudentes
tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. 5 Y
tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron. 6 Y a la
medianoche se oyó un clamor: ¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle! 7
Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus
lámparas. 8 Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro
aceite; porque nuestras lámparas se apagan. 9 Mas las prudentes
respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id
más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas. 10 Pero
mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban
preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. 11 Después
vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos!
12 Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco. 13
Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del
Hombre ha de venir”
Introducción
Hagamos un estudio
pormenorizado de esta parábola, con la cual el arminianismo se ha cebado
para venir a enseñar, de hecho, que la salvación es un asunto que
implica obras, contradiciendo la Palabra de Dios, la cual enseña que la
salvación es exclusivamente por gracia, y no por obras (Ef. 2: 8, 9)
La doctrina arminiana, que se coló con fuerza abrumadora 250 años
atrás, promovida sin duda por los jesuitas para destruir el
protestantismo, enseña a partir de sus derivados, y en concreto respecto
a esta parábola, que el creyente, y por tanto, hijo de Dios por
adopción (Jn. 1; 12), que en el momento de la venida del Señor no esté
suficientemente avivado, no sólo se quedará en tierra, sino que además
el Señor le dirá: “No te conozco”, lo cual implica que habría dejado de
ser hijo (lo cual es un contrasentido, ¿cómo se puede dejar de ser
hijo?)
Evidentemente, esta manera de comprender esta enseñanza de
Cristo redunda en una doctrina herética, cual es, la salvación por el
esfuerzo humano.
1. Razonemos
¿Le diría Cristo a un verdadero hijo de Dios, “no te conozco”? Obviamente en ningún caso.
Otra pregunta que nos debemos hacer es, y siempre teniendo en cuenta
que esta historia es una parábola, es decir, un medio para obtener
conocimiento de una verdad espiritual, ¿Son todas esas vírgenes,
verdaderas creyentes? Siendo entonces obvio que el Señor jamás diría a
un verdadero creyente: “no te conozco”, es necesario llegar a la
conclusión de que las cinco vírgenes insensatas, no se corresponden con
verdaderos creyentes, sino tan sólo con creyentes nominales.
2. Veamos todo esto paso a paso, empezando desde el principio
(V. 1) “Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo”:
Jesús, dirigiéndose a sus discípulos en el Sermón del Monte de los
Olivos, todos ellos judíos (porque Jesucristo vino a rescatar a las
ovejas perdidas de Israel, esto, en primera instancia), les dice que “el
reino de los cielos será semejante a”.
Obviamente el Señor está
hablando, no de aquel tiempo, ni del tiempo de la Iglesia, sino del
tiempo del final de la Gran Tribulación, cuando la Iglesia habrá sido ya
sacada de este mundo, y todo esté presto para dar comienzo el Reino
visible sobre esta tierra, por supuesto, en el contexto de Su gloriosa
Segunda Venida.
No olvidemos que el ministerio de Cristo fue
dirigido a Israel, pues la Iglesia no existía todavía. Cristo en Mt. 24 y
Mt. 25 se dirige a los creyentes de origen judío de su tiempo, y del
tiempo de la última semana de años de Daniel 9: 27 (la última shavua –
siete años), que se corresponderá con el tiempo de la Tribulación,
(véase también Lucas 12: 35-37).
Dice el Señor que en ese tiempo
todavía venidero, los que recibirán el reino milenial, y están
representados por diez vírgenes (al menos cinco de ellas), salieron a
recibir al esposo. La palabra que la Reina Valera traduce por “esposo”,
es en el griego original “nimpsion”, que significa tres cosas: “novio”,
“desposado”, “recién casado”. Cristo será en ese momento el novio
recién casado.
Curiosamente, en algunos manuscritos antiguos, y
sus correspondientes traducciones bíblicas, ese versículo primero, lo
leemos así:
"Entonces el reino de los cielos será semejante a
diez vírgenes que tomando sus lámparas salieron a recibir AL ESPOSO Y A
LA ESPOSA" (Mt. 25: 1) (versión Torres Amat)
"En aquel tiempo el
reino del Cielo será semejante a diez doncellas que tomaron sus lámparas
y salieron al encuentro DEL NOVIO Y LA NOVIA" (Mt. 25: 1) (versión
Peshitta)
Es curioso que en estas traducciones, y seguramente en
algunas otras más, la Palabra nos mencione, no sólo al Novio (Cristo),
sino también a la Novia, (la Iglesia), lo cual tiene un sentido
completo. De esta manera, las diez vírgenes, o diez doncellas, salen a
recibir a Cristo y a Su Iglesia, la cual habrá sido sacada de este
mundo, seguramente siete años antes.
(V. 3) “3 Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite”:
Las lámparas aludidas por el Señor, en la vida cotidiana y ordinaria,
se correspondían a vasijas que contenían aceite, y se prendían para dar
luz. De ahí que cada verdadero creyente es luz en este mundo.
Cada hombre o mujer es una de esas vasijas. En el caso de un verdadero
creyente, su vasija o lámpara estará lleno de aceite, que representa
llenura de la Palabra de vida.
No obstante, esas doncellas
insensatas no llevaban apenas aceite en sus vidas, porque no tenían
acceso al bendito Espíritu de la Palabra. Leemos en Ro. 8: 9; “y si
alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Él”. La Palabra de
Cristo prácticamente era inexistente en ellas.
El que se dice
creyente, pero no ha nacido de lo Alto (Jn. 3: 3), puede hacer profesión
pública de fe; en este caso, llevaría su lámpara, que sería él mismo,
dando incluso testimonio con su boca de las cosas de Dios (el falso
profeta Balaam también hacía eso).
Tendría el poco aceite que da
el hecho de que la Luz vino a los hombres (Jn. 1: 9; 3: 19), habiendo
sido iluminado por el Espíritu Santo, habiendo gustando del don
celestial, (He. 6: 4, 5), pero, como dice también la parábola del
Sembrador, no tendría raíz, y se secaría. Por tanto, no es un verdadero
creyente, porque no permanece ni puede permanecer en Cristo. Es sólo un
creyente nominal, es decir, de nombre.
(Vv. 4, 5) “mas las
prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas. Y
tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron”:
Aquí vemos a
otros creyentes, representados por las otras cinco vírgenes, los cuales
son verdaderos creyentes, ya que pueden conseguir el aceite para
colocarlo en sus lámparas. Son verdaderos templos del Santo Espíritu.
Esas vírgenes, sí tenían acceso total al bendito Espíritu.
El
dormirse, entra dentro de la condición humana. Vemos eso con los
discípulos, cuando estaban rendidos de sueño en el monte de la
Transfiguración (Lc. 9: 31-33), o durmiendo cuando el Señor oraba en el
Huerto de los Olivos poco antes de ser prendido (Mt. 26: 44-46). Implica
el hecho de que nada de lo que es la obra de Dios está bajo nuestro
control, sino bajo el control y la determinación divinas, como la venida
del Señor.
Vv. (6-10)
“Y a la medianoche se oyó un clamor:
¡Aquí viene el esposo; salid a recibirle! 7 Entonces todas aquellas
vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas. 8 Y las insensatas
dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras
lámparas se apagan. 9 Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que
no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y
comprad para vosotras mismas. 10 Pero mientras ellas iban a comprar,
vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las
bodas; y se cerró la puerta”:
La medianoche significa el momento
en que todos duermen. En el momento menos esperado llegará el Señor
glorioso, porque seguramente será el momento menos propicio.
¿Esas diez vírgenes son la Iglesia? Esas diez vírgenes no son la
Iglesia. En ningún lugar se identifica a la Iglesia de nuestro Señor
Jesucristo con diez vírgenes, o con diez doncellas.
Las diez
vírgenes, son las diez damas de honor que deben estar presentes en una
boda judía como las del tiempo de Jesús, y eso lo entendían bien Sus
discípulos. Las doncellas no se casan con el novio, de otra manera eso
resultaría ser poligamia, condenada esta por Cristo, por cierto.
Por otro lado, ningún cristiano nominal puede ir a un verdadero hijo de
Dios y pedirle que le traspase un poco de la justificación con la cual
este último ha sido justificado por Cristo, pero esto es lo que
intentaban estos falsos creyentes representados por las cinco doncellas
insensatas. Nadie puede venir a salvación si Dios no la da: “Ninguno
puede venir a Mí, si el Padre que me envió no le trajere…” (Jn. 6: 44)
La respuesta de las prudentes a las insensatas, fue: id y arreglaos con
Dios. Esa es una respuesta parecida a la que Pedro le dio a Simón el
Mago: “…ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu
corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que
estás” (Hchs. 8: 22, 23)
Mientras iban a conseguir lo que no
tenían, fue demasiado tarde, porque el Señor llegó. Bien, si estas
personas, representadas por las cinco doncellas insensatas, hubieran
sido cristianas, aunque poco espirituales digamos, seguirían siendo
hijos de Dios; serían como aquel hijo pródigo que por ser hijo, aunque
mal siervo, volvió a casa de su padre, y su padre le recibió; siendo
así, jamás hubieran sido condenadas, como fueran estas cinco, y sin
embargo, apréciese la respuesta del Señor: “De cierto os digo, que no os
conozco” (V. 12)
Las que estaban preparadas lo estaban porque
eran de Cristo; las que no estaban preparadas, jamás lo iban a estar,
porque no eran de Cristo.
Es harto evidente que no se trata de la Iglesia, ya que la Iglesia está formada sola y exclusivamente por los santos de Dios.
3. Entendiéndolo con mayor detalle:
La parábola de las diez vírgenes, no tipifica a la Iglesia, sino al
Israel del final de la Gran Tribulación. En ese Israel, habrá verdaderos
creyentes, y creyentes sólo profesantes, así como es en la actualidad
la que llamamos iglesia, la que es visible.
El esposo es Cristo,
la esposa es la Iglesia glorificada. Esto tipifica la venida gloriosa de
Cristo, junto con Su Amada a esta tierra; obviamente, después del Rapto
de la misma.
Las vírgenes o doncellas que entran en las bodas,
son los invitados a esas bodas, pero no son los contrayentes, ya que no
son parte de la Iglesia, sino que son los convidados a las bodas.
Evidentemente en ese momento (Mt. 25: 10), se celebrará la última parte
de las solemnidades de la boda del Cordero con Su esposa, la Iglesia, y
será aquí en la tierra.
Escribe el comentarista de Matthew Henry:
“Las vírgenes… se trata de los invitados a la cena del Cordero (Ap. 19:
9), que tiene lugar después de la Gran Tribulación y durante el
Milenio….estas vírgenes [las diez] no son la novia, sino sólo
acompañantes, lo cual conviene más al remanente judío en la 2ª venida.
La ocupación de estas vírgenes es salir al encuentro del esposo…la
condición necesaria para recibir al esposo dignamente es tener las
lámparas encendidas cuando venga el esposo…el aceite en las lámparas es
símbolo del Espíritu Santo que será derramado en aquel tiempo sobre la
casa de David y sobre los moradores de Jerusalén precisamente para que
estén preparados para el retorno del Mesías (Zc. 12: 10)” (Matthew
Henry)
Así es. Esas cinco vírgenes que estaban preparadas, se
corresponden con los convidados a las Bodas: “Bienaventurados los que
son llamados a la cena de las bodas del Cordero…” (Ap. 19: 9)
Por
invitados a las bodas (Ap. 19: 9), debemos entender que son personas
salvas, pero que no pertenecen a la Iglesia como tal. Por lo tanto deben
ser judíos de antes del Pentecostés (Hchs. 2) y del tiempo de la Gran
Tribulación.
Los primeros están en el cielo y participarán en
las bodas como invitados. Los segundos, y con ellos muchos salvos de
origen gentil del tiempo de la Gran Tribulación que habrán quedado,
serán invitados a las bodas que se celebrarán en tierra. Las bodas
tendrán su celebración en el cielo, y luego vendrá el esposo con la
esposa (Cristo y la Iglesia) a la tierra a seguir celebrando los
esponsales. Todo ello justo antes de juzgar a las naciones, y proceder a
inaugurar el Reino prometido a Israel en esta tierra y por mil años
(Mt. 25: 31ss; Ap. 20)
Escribe John McArthur: “La Iglesia es la
esposa durante la fiesta de presentación en el cielo, después viene a la
tierra para la celebración de la última cena o banquete (el milenio)”
Mayormente el sentido de la parábola hay que dirigirlo, por tanto, a
los que vayan a quedar en la Gran Tribulación, para recibir a Cristo, el
Esposo con su Esposa.
En cuanto a nosotros, los creyentes de
esta dispensación, la Iglesia, creo que la enseñanza de esa parábola es
sencillamente la de crecer en santificación, porque esa es la voluntad
de Dios para con nosotros (ver 2 Pedro 1: 1-8).
El Señor Jesús viene en breve. ¡Sí, ven Señor Jesús!
Maranatha!
SOLI DEO GLORIA
Miguel Rosell
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